jueves, 5 de noviembre de 2015

Legalizaron la mota

To preach: v.tr.
1. to proclaim or put for in a sermon. preached the gospel. 

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Caminaba por la plaza de Atotonilco cuando se me acercó el niño que pedía cincuenta centavos. Le dije que no tenía monedas. Me miró por un par de segundos, seguro de que cambiaría de opinión. Luego siguió su camino, hacia la siguiente señora que también le diría que no. Solo eran cincuenta centavos, chingado. En ese momento toda mi realidad se proyectó en reversa. Verán. Me despedí de mi madre y mi pareja a las seis de la mañana para manejar por un camino sinuoso y lleno de baches. Llegué al pueblo donde sería el evento y me aposté en una de las mesas. Ahí dediqué el resto de la mañana a proclamar mentiras. Una detrás de la otra.

Me he puesto a pensar en cuántas vidas he destruido con mi hacer. Cuánto me pagan para andar de pueblo en pueblo, diciendo la palabra de un dios falso y un cielo que nunca llegará. Rompiendo los planes de jóvenes que sueñan con una vida mejor, y que yo les prometo que lograrán si me dan sus rezos.

Ese niño al menos pedía cincuenta centavos. Yo no tuve para ayudarlo, ni a él ni a todos los que vi más temprano.

He vivido años viendo cómo esta religión engulle, digesta y excreta seres humanos. Buenos seres humanos. Personas con sueños que terminan pensando que no valen ni el suelo que están pisando. El sábado pasado vi a una de ellas, una de las que no pudo con el proceso de santificación. Su mirada triste y desencajada me lo dijo todo. No fueron mis palabras las que la convencieron, pero no puedo alejarme de la responsabilidad que comparto con todos los que decimos estos rezos.

Los que culminan la santificación solo se vuelven depredadores y proclamadores. Nuevos falsos profetas que irán por nuevas víctimas. Lo que termina importando más es la reproducción del mensaje, más que el producto que estemos logrando. El sistema se alimenta de ingenuos, no de resultados.

En la discusión de ayer, un ministro dijo que lo que más importaba era la libertad del individuo. Envenenemos sus ideas con una grabadora.

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