martes, 25 de agosto de 2015

las pinches tijeras

"si tan solo pudieran cuantificar cuánto me he sacrificado por ustedes", escribió la señora mientras enjugaba sus lágrimas. El lápiz se fue quedando sin punta, pero con la arista chata siguió su monólogo, "los días y meses que he pasado frente a este monitor para que ustedes tuvieran algo qué comer y calzar".

Se fue en la última ronda del camión. Pagó tres cincuenta y le dieron un boletito de papel cebolla. Cuando era joven solía contar y sumar los dígitos para lograr un total de veintiuno. Ahora no tenía cabeza para eso, solo para mirar por la ventana. Podría ser la última vez que viera ese barrio.

La última parada era por la salida a Campeche. Decidió que si seguía más al norte, solo conseguiría hacer más largo su regreso, cuando le pidieran perdón y ella accediera. La señora calculaba que la nota la leerían sus hijos a eso de las ocho de la noche, cuando regresan de la oficina. Se mirarían perturbados (casi podía ver sus rostros desencajados). Luego intentarían telefonear a los amigos para saber si algo habían notado raro en ella. Finalmente, encontrarían a la amiga que les diría, una semana después, su plan.

Pero volvamos al principio de todo esto. Sucedió esa mañana cuando no encontraba sus tijeras de jardín. Ya le había dicho que podía tomar todas las tijeras, menos las rojas ¿Cómo se iba a imaginar la concatenación de eventos que su reacción provocaría?

No hay comentarios:

Publicar un comentario