Aguascalientes es una ciudad de ciclos tan precisos que dan
miedo. Por ejemplo, los veranos tienen una exactitud y una semejanza milimétrica
entre un día y el siguiente. Irremediablemente a las seis de la tarde el cielo
se cierra y llueve con una fuerza de tormenta caribeña. También, cada año algún
insecto prolifera.
Hace dos años que llegué, los gusanos quemadores recorrían
las calles como si se trataran de autobuses. Peludos, iban de un lado a otro
con una velocidad impresionante, seguros de tener que cumplir con una misión
imposible de entender para nuestras torpes consciencias. Fue triste que muchos terminaran
pisados por peatones y autos sin la menor intención de lastimarlos.
El año pasado fueron los chapulines. De los gusanos no había
rastro, pero por todos lados estos insectos saltaban a alturas espectaculares.
Sus conciertos en las noches fueron una sinfonía a varios niveles. A partir de
esa ausencia y nueva presencia me dispuse a documentar el animal que
acompañaría cada verano a la temporada de lluvias.
La cosecha de las milpas ya está a la vuelta de la esquina.
En algunos campos de hecho ya han comenzado a segar y moler, para alimentar al
ganado. Frente a la oficina aún crecen altas y elegantes.
Espero, observo el
piso, me quedo en silencio en las noches para intentar detectar quién viene
este año, o si alguno de los anteriores repetirá escenario.
He visto más hormigas que de costumbre, pero estas compañeras
están presentes durante todo el año y sería raro atribuirles la identidad de
este verano. Espero, pero comienzo a dudar. Tal vez este verano sea el de la
ausencia y el silencio ¿En qué momento se manifestarán?
También he visto zancudos en cada rincón, con sus zumbidos
atroces y las ronchas que siempre acompañan su presencia. Pero esos son
animales ajenos al misticismo y a los cálculos exactos que deben acompañar a un
ciclo solar.
En la casa se aparece una lombriz ahogada por los charcos y
la miro con detenimiento. Su aspecto tampoco ofrece remembranzas religiosas,
aunque noto algo en su estructura y en su postura. La levanto con un palito que
encuentro junto a ella. Se encuentra hinchada por el agua, impedida para
moverse. Recuerdo los días cuando coleccionaba lombrices en el terreno de la
casa azul. Las soltaba entre los surcos para que se enterraran en los lugares
donde yo sabía que podría encontrarlas después.
Tal vez agosto es muy pronto, pero algunos filósofos
consideran que septiembre ya es otoño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario