martes, 25 de agosto de 2015

las pinches tijeras

"si tan solo pudieran cuantificar cuánto me he sacrificado por ustedes", escribió la señora mientras enjugaba sus lágrimas. El lápiz se fue quedando sin punta, pero con la arista chata siguió su monólogo, "los días y meses que he pasado frente a este monitor para que ustedes tuvieran algo qué comer y calzar".

Se fue en la última ronda del camión. Pagó tres cincuenta y le dieron un boletito de papel cebolla. Cuando era joven solía contar y sumar los dígitos para lograr un total de veintiuno. Ahora no tenía cabeza para eso, solo para mirar por la ventana. Podría ser la última vez que viera ese barrio.

La última parada era por la salida a Campeche. Decidió que si seguía más al norte, solo conseguiría hacer más largo su regreso, cuando le pidieran perdón y ella accediera. La señora calculaba que la nota la leerían sus hijos a eso de las ocho de la noche, cuando regresan de la oficina. Se mirarían perturbados (casi podía ver sus rostros desencajados). Luego intentarían telefonear a los amigos para saber si algo habían notado raro en ella. Finalmente, encontrarían a la amiga que les diría, una semana después, su plan.

Pero volvamos al principio de todo esto. Sucedió esa mañana cuando no encontraba sus tijeras de jardín. Ya le había dicho que podía tomar todas las tijeras, menos las rojas ¿Cómo se iba a imaginar la concatenación de eventos que su reacción provocaría?

Unísono

Frente al pelotón que se congregó esa tarde para acabar con su vida, RM alegó que lo hizo para que tres niños supieran escribir mejor y sacar mejores cuentas. Los disparos, en un relámpago unísono [un trueno unísono, asno. Los relámpagos no suenan]. Decía, en un trueno unísono, acabaron con su vida.

miércoles, 12 de agosto de 2015

el año de las lombrices

Aguascalientes es una ciudad de ciclos tan precisos que dan miedo. Por ejemplo, los veranos tienen una exactitud y una semejanza milimétrica entre un día y el siguiente. Irremediablemente a las seis de la tarde el cielo se cierra y llueve con una fuerza de tormenta caribeña. También, cada año algún insecto prolifera.

Hace dos años que llegué, los gusanos quemadores recorrían las calles como si se trataran de autobuses. Peludos, iban de un lado a otro con una velocidad impresionante, seguros de tener que cumplir con una misión imposible de entender para nuestras torpes consciencias. Fue triste que muchos terminaran pisados por peatones y autos sin la menor intención de lastimarlos.

El año pasado fueron los chapulines. De los gusanos no había rastro, pero por todos lados estos insectos saltaban a alturas espectaculares. Sus conciertos en las noches fueron una sinfonía a varios niveles. A partir de esa ausencia y nueva presencia me dispuse a documentar el animal que acompañaría cada verano a la temporada de lluvias.

La cosecha de las milpas ya está a la vuelta de la esquina. En algunos campos de hecho ya han comenzado a segar y moler, para alimentar al ganado. Frente a la oficina aún crecen altas y elegantes. 
Espero, observo el piso, me quedo en silencio en las noches para intentar detectar quién viene este año, o si alguno de los anteriores repetirá escenario.

He visto más hormigas que de costumbre, pero estas compañeras están presentes durante todo el año y sería raro atribuirles la identidad de este verano. Espero, pero comienzo a dudar. Tal vez este verano sea el de la ausencia y el silencio ¿En qué momento se manifestarán?

También he visto zancudos en cada rincón, con sus zumbidos atroces y las ronchas que siempre acompañan su presencia. Pero esos son animales ajenos al misticismo y a los cálculos exactos que deben acompañar a un ciclo solar.

En la casa se aparece una lombriz ahogada por los charcos y la miro con detenimiento. Su aspecto tampoco ofrece remembranzas religiosas, aunque noto algo en su estructura y en su postura. La levanto con un palito que encuentro junto a ella. Se encuentra hinchada por el agua, impedida para moverse. Recuerdo los días cuando coleccionaba lombrices en el terreno de la casa azul. Las soltaba entre los surcos para que se enterraran en los lugares donde yo sabía que podría encontrarlas después.


Tal vez agosto es muy pronto, pero algunos filósofos consideran que septiembre ya es otoño.