Querida Armandina:
Quiero proponerte que, en vista de la situación, nos rifemos al gato. Verás, primero te dije que era tuyo y que te lo podías llevar, pero tan pronto esas palabras salieron de mi boca, comencé a imaginar mi vida sin él. Correr en las mañanas sin tener a quién buscar cuando vuelva, o darle premio para que me platique mientras desayuno. Dormir por las noches frías o con tormenta sin que esté dando lata en la cama. O qué decir de cuando llego del trabajo y me grita desde la ventana de la oficina, bajando las escaleras, y finalmente desde la ventana de la sala.
Entiendo que éstas puedan ser palabras duras y que tal vez esté faltando a mi palabra, pero propongo la forma más simple y justa de distribución de un bien: un volado. Tal vez pueda ser dos de tres para que no haya tanto dramatismo.
Ayer que guardaba tus cosas, el gato no hacía más que preguntarme qué iba a pasar con él. No tuve los nervios para decirle que él también se metía a una caja. No pude meterlo.
Espero tu respuesta para hacer los arreglos correspondientes.
Buen día.
Querido hombre del pasado,
ResponderEliminarHe dejado ir al gato, así como te he dejado ir a ti.
¿Fue doloroso? Muchísimo.
¿Fue necesario? Sin duda.
He encontrado la manera fuera de aquella caja en la que me empacaste.
Algún día tendré mi propio gato, por ahora me conformo con tenerme a mí misma.
Buenas noches.