La semana pasada le avisaron que le iba a tocar un retiro anticipado obligatorio. La empresa ya no podría sostener su puesto y la alternativa a esta oferta era un despido. Al menos podría mantener la mitad del sueldo como pensión por los próximos años. No era una mala oferta, pero lo que lo tenía más triste era esa sensación de no saber qué hacer con su tiempo.
Pasó más de media hora mirando la torre administrativa, en un estacionamiento solo, donde únicamente lo acompañaba el velador, quien se acercó a ver cómo estaba.
"Estoy bien, solo me estoy despidiendo. Hoy es mi último día en la oficina"
Todo el pasillo que caminó desde la oficina hasta el estacionamiento lo hizo llorando en silencio. Los recuerdos se le agolpaban en la garganta y el dolor era cada vez más insoportable. Los pasos se convertían en lozas.
Esa última puerta le recordó sus años en Tampico Madero. La construcción de la planta que les llevó años. Las ideas con las que tuvieron que llegar a las mesas de juntas.
La vida se disuelve en esos últimos minutos, entre que se cierra la puerta de la oficina por última vez y se enciende el arrancador del automóvil. El resto del camino resultó más bien borroso.
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